La Autocompasión

Este defecto es un avezado impostor. En cuanto recurrimos a él nos arropa con su calorcillo. Pero si le seguimos dando bola, lo que era mullido pierde su elasticidad y se transforma entonces en un blandiblub pegajoso que resulta agotador quitarse de encima después. Principalmente, porque el pringue con que nos embadurna está compuesto de unas mentiras tan íntimamente aduladoras que cuesta un montón renunciar a ellas: …“¡Justo ahora que empezaba a gustar a alguien!”…

Así es como este defecto se activa hasta convertirse en disfraz de la Sombra: en aquellas situaciones en las que uno carece de la confianza o destreza necesarias para enfrentar eficazmente la realidad – y le puede pasar a cualquiera –, la Auto Compasión viene en nuestra ayuda y nos proporciona razones para justificar nuestras imperfecciones, y cierra nuestros sentidos a cualquier crítica, por más constructiva que esta sea. Todo ello acompañado de un sentimiento sofocante que le apena y disculpa a uno.