06 Feb
06Feb

Llevo ya un tiempo rondando la idea de desplegar los bártulos de nuevo y atacar el tercer texto de la planeada trilogía de Una que empezó con Un sendero que atraviesa la cocina y siguió con Haciendo por verte. 

Me parece alucinante haber llegado hasta aquí, haber conseguido acabar y publicar las dos primeras entregas. "El sendero" fue una aventura apasionante que me permitió concentrarme en lo que más me interesa después de unos largos e intensos meses de despedida y duelo. El segundo texto también lo escribí en nueve meses pero lo revisé tres o cuatro veces y entre las reescrituras hubo sus pausas, aunque luego tardé menos en encontrarle editor...

Todo esto viene al caso de que a pesar de saber que es muy posible que logre dar sentido a unas páginas, y que es cuestión de ponerse, aun tenga la sensación de aguardar un fogonazo, una señal. Que siga inclinada a la imposible pretensión de mirar por encima del hombro del Universo y espiar qué es lo que se trae entre manos esta vez.

¡Qué bueno haber aprendido a sentarme sin esperar nada! A confiar en lo que va surgiendo. A no descalificarlo de antemano. A permitirles a las palabras el tiempo y la soltura para que se ordenen y confabulen. A consentir en apartarme yo y dejarles hacer. A ellas y a Él.


Comments
* The email will not be published on the website.