12 Jun
12Jun

Es una maravilla comprobar, una y otra vez, cómo cuando uno alcanza una meta resulta que siempre queda un montón de camino más por recorrer. Que cuando se sube una ladera de no importa qué altura, de pendiente más o menos pronunciada y se llega a una cima solo es para comprobar la vastedad del terreno que aparece ante los ojos del explorador.

En el desarrollo de uno mismo, por lo que voy descubriendo, la dirección suele ser hacia más humildad y más autoconocimiento. Hacia dentro. Hacia rebajar el ego, soltar la arrogancia, los deseos y el miedo. Claro que para llegar a estas conclusiones uno tiene que pasarlo a ratos francamente mal. Pero con suficiente perseverancia es difícil no llegar a la conclusión de que vivir es una preciosidad.

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