15 Oct
15Oct

Hay descubrimientos y descubrimientos, más o menos sorprendentes. Pero este es colosal. Llevo cuarenta años buscando claves. Eso que yo sepa, lo mismo siempre busqué esperando encontrar. Tuve flashes de acierto, me equivoqué mil veces, pero sobre todo, desfallecí sin saberlo al cambiar de rumbo creyendo que por ahí no era o cuando dejaba de insistir en una ruta concreta y prefería la distracción del momento. Pero hace treinta tuve la inmensa fortuna de encontrar un rumbo amigo que emprendí por pura necesidad. Y he permanecido en él para preservar mi integridad física, mental y emocional todos estos años. Mira que me prometieron que se cumplirían mis sueños más salvajes. Y cada vez que lo decían a mi mente acudía un anuncio de jabón muy antiguo que traía a colación el frescor de los limones del Caribe. No tenía sentido lo que decían: yo tenían sueños imposibles, no salvajes. Y resulta que tenían razón, por salvajes no se referían a inalcanzables sino a grandes. Claro que yo no sabía que llegar aquí fuese posible para mí. Aunque si que lo he deseado secretamente toda mi vida. Aún no me lo creo del todo. Había algo en los miles de libros que he leído sobre despertares espirituales, incluido "el poder del ahora", que se me escapaba. Sí, había tenido muchas pruebas de conexiones y varias experiencias de esas inexplicables que te permiten avistar territorios etéreos. Pero parecía quedarme siempre tocando a la puerta. Hasta que el domingo pasado me abrieron.

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